Adentrarse en la extensión de sal brinda la ilusión de tocar el cielo, es el sitio más grande en el que una persona puede estar. / Imagen: Banco de Imágenes.

Salinas Grandes, Córdoba

La inmensidad de la provincia de Córdoba nos sigue sorprendiendo, cuando creí que lo había visto todo, aparecen ante mí las Salinas Grandes semejando un mar de sal, un campo nevado, una reserva natural inhóspita e inconmensurable que deja a uno deslumbrado; sentí la impresión de que se me perdía la vista en el horizonte.

Adentrarse en la extensión de sal brinda la ilusión de tocar el cielo, es el sitio más grande en el que una persona puede estar. Córdoba no baja nunca el nivel, es un territorio épico. Pero, claramente, éste no se trata del típico paisaje cordobés con sierras, ríos y arroyos; en este destino casi desconocido el horizonte promete descubrir un desierto increíble, como si de un lago o un espejo se tratara.

Desde todo punto de vista el desierto se impone como una gema oculta en una llanura crujiente de sol y sal que impacta por su dimensión y belleza. Este lugar interminable, majestuoso e inmenso es compartido con tres provincias: Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Solos con el soplo del viento y el tremendo paisaje, la jornada se transformará en una experiencia inolvidable.

Llegar a las salinas del Norte de Córdoba, a 60 kilómetros de Deán Funes es un desafío personal e imperdible. San José de las Salinas es la puerta de ingreso a una reserva de más de 6000 km2. Un espacio donde la nada misma es todo, y la sal invade los ojos llenándolos de imágenes únicas y recuerdos imborrables, son las huellas del salar.

Allí donde el amanecer y el ocaso se vuelven mágicos se puede acceder a este fenómeno natural que cautiva a los turistas que se atreven a adentrarse en el salar, zona a la que se puede acceder durante casi todo el año. El suelo es pantanoso y el horizonte infinito, pocos paisajes en el mundo causan tanto asombro y esplendor al ojo humano como esta gran porción de tierra blanca. Los atardeceres impresionan, el sol destella una bruma de colores que garantiza un momento sumamente especial.

Ingresar a la reserva es sencillo, aunque se recomienda un guía. No es fácil moverse aquí, ya que no tenemos referencias como podrían ser árboles, grandes piedras ni montañas que nos permitan orientarnos, ni hablar si se llegara a desatar una tormenta de sal.

Allí encontrarás los elementos con que se extrae la sal artesanalmente y te impactará encontrarte con un espacio poco conocido y diferente. Si bien a primera vista parece un terreno sólido y fuerte, la salina es un ambiente frágil, por esto mismo tenemos que movernos con cuidado y respeto.

Asimismo, importante es no olvidar los anteojos de sol porque el blancor encandila, protector solar y mucha agua, pero cuando te vayas te llevarás imágenes únicas de la caída del sol. Cuando el astro rey sea tragado por la línea del horizonte sentirás una vez más que otra parte de esta maravilla del universo que es Córdoba, ya será también, tuya.

Redacción: Sitio Viajero