Celestial e imponente, Antofagasta es un lugar que engrandece lo primordial del ser humano a la vez que empequeñece todo lo secundario. / Imagen: Ministerio de Turismo de Catamarca.

Catamarca – Antofagasta

Algunos la llaman “la antesala del cielo” por su semejanza con una estación intermedia entre el firmamento y la tierra ancestral catamarqueña. A 3300 metros sobre el nivel del mar, Antofagasta de la Sierra deslumbra a propios y extraños con la magnificencia de su naturaleza entre la que destacan desde sus salares, pasando por sus volcanes y hasta lagunas con flamencos. 

Este oasis en plena puna catamarqueña no sólo defiende el apodo por su altitud: también se encuentra rodeada de imponentes montañas de más de 6000 metros de altura lo que convierte a Antofagasta en un tesoro resguardado como si de un Fuerte se tratara. 

Los secretos ocultos de esta joya tienen origen incluso en su nombre que cuenta con diferentes teorías acerca de su etimología. Antofagasta, en el idioma de los diaguitas, se dice que es el significado para “Pueblo del Salar Grande”. Otras versiones afirman que el nombre tiene su origen en la lengua atacameña y su significado sería “Puerta del Sol”. 

Localizada a aproximadamente 600 kilómetros de San Fernando del Valle de Catamarca, este enigmático y sorprendente destino atrapa por sus paisajes naturales y sus fuertes tradiciones que representan el destino perfecto para el viajero que busque salir de los ritmos frenéticos de la actualidad.

Celestial e imponente, Antofagasta es un lugar que engrandece lo primordial del ser humano a la vez que empequeñece todo lo secundario. El clima ofrece una amplitud térmica importante y por su altitud, obliga a respirar de forma pausada y a tomarse las cosas con calma. 

El Campo de Piedra Pómez, un océano de rocas blancas talladas por la fuerte actividad volcánica de la región desde el inicio de los tiempos, es uno de los destinos obligados en Antofagasta. Pero tampoco se puede dejar de visitar el Volcán Galán: un imponente fenómeno geológico resultante de una erupción volcánica ocurrida hace millones de años. 

Por otro lado, el Salar del Hombre Muerto no puede quedar afuera: en su orilla hay una tumba que da nombre a este importante depósito salino que además contiene a las ruinas de la ex mina de oro IncaHuasi -declarada patrimonio de la humanidad- para dejar en claro que el hábito de llamar joya o tesoro a este destino no se trata de un mero recurso literario.

Redacción: Sitio Viajero